Un universo de dobleces
Erika Oliva
“Aquella mujer amaba a Sumire. Pero no podía sentir por ella deseo sexual. Sumire amaba a aquella mujer y además, la deseaba. Yo amaba a Sumire y la deseaba. Sumire me quería, pero no me amaba ni me deseaba. Yo podía sentir deseo por otras mujeres sin nombre, pero no las amaba. Era todo muy complicado.”
Muchos críticos concuerdan al afirmar que Sputnik, mi amor es una novela por debajo de los otros trabajos de Haruki Murakami, que tiene altibajos y se desprende en una serie de eventos de ficción que únicamente sirven para reavivar la narrativa cada que se vuelve tediosa. Algunos otros creen que es una buena historia muy bien resuelta, un trabajo reflexivo sobre la naturaleza de la vida y el mundo.
Las dos posturas tienen su parte de verdad, todo depende del enfoque. Precisamente se crea la controversia debido a que la novela está escrita exactamente para ser, por un lado, una historia de amor que cae en algunos altibajos y resuelve la trama de manera injustificada y fantasiosa, y por el otro, una obra con fuerte carga de contenido onírico y simbólico que reflexiona (casi filosóficamente) sobre el ser humano.